miércoles, 9 de marzo de 2016

Marina



Para estar conmigo
tendrías que tener
del alisio la libertad y el celo.
Eso le dijo él.
Ella hizo entonces
una caja para atrapar al viento.
Y la llevó a la costa del Pacífico
una tarde nublada de febrero.

Primero lo vio

revolotear de lejos
después usó sus labios
de señuelo
soplando suavecito la canción silenciosa
que aprendió de su abuelo el marinero.
Esa que canta a las olas la luna
para que los hombres vuelvan con buen tiempo.

No pudo el viento resistir tanta dulzura

Se acercó para robarle un beso.
Ella lo aprisionó con sus brazos molino,
lo empujó a la caja con desmedro.
Cuando ya creía logrado el cometido
sintió en su vientre,
abajo, muy adentro
el temblor invisible que presagia
el inicio de un vuelo.

Y notó que sus manos eran nubes

y que brotes de estrellas
le nacían en el pelo.
Su cuerpo poco a poco
se disolvió en la espuma.
 El amoroso mar
la recibió en su seno.

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Imagen: NiñaMar (original en óleo), tomada de: El Espejo Amarillo

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